jueves 18 de abril de 2024 - Edición Nº4453

Noticias | 5 jun 2014

Producción de alimento vivo en la Estación de Maricultura


En el INIDEP se lleva adelante una experiencia que consiste en producir copépodos para las larvas de peces que se cultivan en este sector de trabajo. El objetivo principal es estandarizar un sistema continuo de producción de este diminuto crustáceo. El desafío de encarar un trabajo con pocos antecedentes.

En la Estación Experimental de Maricultura del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP) se crían diferentes especies en cautiverio. El paso del tiempo y las múltiples experiencias de trabajo han generado un acervo de conocimiento muy importante, que ha permitido la reproducción en ambientes cerrados de especies como el lenguado negro (Paralichthys orbignyanus) y el besugo (Pagrus pagrus), así como los recientes estudios de la biología reproductiva de la chernia (Polyprion americanus) con la misma finalidad. Para ello, los profesionales deben conocer un amplio abanico de variables, entre las que figura la dieta de los ejemplares en sus distintos estadios de vida. En este sentido, integrantes del Programa de Maricultura y Biología Experimental desarrollan una línea de investigación orientada a la producción de alimento vivo para las larvas de las especies que se cultivan en el INIDEP. En base a copépodos, los investigadores buscan agregar mayor valor nutricional a la dieta de las larvas de peces en sus primeras etapas de crecimiento.

Bajo la coordinación del Dr. Eddie Aristizábal, este trabajo es realizado por el Lic. Luciano Izzo, Federico Bianca y la estudiante Luciana Matoz, cuyo objetivo principal es estandarizar un sistema continuo de producción de este pequeño invertebrado que no supera el milímetro de longitud y forma parte de la base alimentaria de las larvas de los peces.

Hace aproximadamente un año, los investigadores notaron deficiencias en la pigmentación de las larvas de lenguado negro, algunas imperfecciones en su coloración que probablemente provengan de una deficiencia nutricional durante las primeras semanas de vida. Por este motivo, comenzaron a desarrollar un cultivo de copépodos, que junto a rotíferos y Artemia cubrirían ampliamente los requerimientos alimenticios de los peces en sus primeros estadios de vida.

A nivel biológico, los copépodos son invertebrados que, comparados con los rotíferos y Artemia, contienen ácidos grasos esenciales muy beneficiosos para las larvas, por lo que no necesitan ser enriquecidos de manera artificial. Estudios anteriores demostraron que aseguran un desarrollo normal, con mejoras en el crecimiento y supervivencia. Además, se comprobó que poseen un impacto positivo en la pigmentación anormal en las larvas, circunstancia apoyada por las mejoras que se registran en los ejemplares del Instituto.

Incluso, el movimiento de natación natural en zig-zag de los copépodos resulta positivo, ya que despierta el instinto de caza de las larvas de los peces y estimula su movilidad, lo que hace que se mantengan activas.

Un trabajo con escasos antecedentes y la producción de nuevos conocimientos

La bibliografía a consultar por parte de los profesionales es escasa. Se cuentan con antecedentes  de otras especies de copépodos en algunas regiones de aguas cálidas, pero las referencias no resultan de mucha utilidad ya que nuestras aguas son templadas.

Por este motivo, los investigadores comenzaron este trabajo contando con pocos conocimiento previos. Fue necesario conocer las variables ambientales para que los copépodos sobrevivan y desarrollar las características óptimas para poder estudiar su ciclo de vida.

En una primera instancia, los investigadores obtenían los copépodos de los tanques de lenguado o de manera directa del mar. Luego de un procedimiento que incluía tratamiento con diferentes químicos y aumento gradual de la temperatura del agua, se obtenían los ejemplares aunque por un periodo reducido de tiempo, circunstancia que obligaba a repetir el proceso.

Sin embargo, con el paso del tiempo se logró independizarse de esa colecta y obtener una cepa de copépodos monoespecíficas, una “reserva” de ejemplares sobre la cual seguir trabajando para incrementar los conocimientos y asegurar la alimentación de las larvas cada vez que los peces cumplan con su ciclo de vida.

En este sentido, las actividades han posibilitado conocer el ciclo reproductivo de los copépodos, la cantidad de huevos producidos por hembra, cuánto tardan en madurar esos huevos y su tasa de supervivencia, entre tantos otros nuevos datos.

Incluso se conoce información fundamental del tamaño de los copépodos. Estos crustáceos presentan un amplio espectro de medidas, que abarca desde los 300 a los 800 micrones. Esta diversidad resulta muy útil ya que está relacionada de manera directa con la amplitud de la boca de los peces. A medida que las larvas se desarrollan, son capaces de ingerir alimento cada vez más grande producto del aumento del tamaño del cuerpo y, consecuentemente, de su boca. Así, contar con un alimento vivo de tamaño muy diverso asegura una fuente de alimento constante en esta etapa de vida.

Todas estas experiencias apuntan a obtener un sistema estandarizado de producción continua de copépodos. El trabajo diario genera un cúmulo de nuevos conocimientos y las perspectivas para lograrlo son alentadoras, aunque es necesario continuar con las actividades para determinar algunas cuestiones que aún quedan por definir.

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